La capacidad narrativa de Tomine sobrepasa los límites del género; sus cómics despiertan el mismo entusiasmo tanto entre neófitos como en entendidos en la materia. Le comparan con autores de peso literario como Raymond Carver o Alice Munro, con cineastas de la talla de Robert Altman o Todd Solondz y si echamos un ojo a las listas de lo mejor del año que se están publicando estos días comprobaremos que su obra es capaz de colarse entre lo más destacado de la narrativa de ficción actual.

Intrusos recopila las tres últimas entregas de Optic Nerve y es, sin duda alguna, un trabajo que marca un punto de inflexión en la trayectoria de su autor. Adrian Tomine (Sacramento, 1974) ha dado un giro espectacular tanto a nivel formal como narrativo. Ha optado por plantear cada una de las seis historias que conforman el libro con un lenguaje visual distinto: desde comic-strip clásico hasta poema visual. Ha abandonado el blanco y negro habitual por el color y ha abierto el espectro generacional de sus protagonistas.

 

Intrusos | Underbrain Mgz

Sus historias se alejan del universo post adolescente que predominó en sus primeros libros para abarcar un amplio arco del género humano.
Desde un jardinero con pretensiones artísticas a una universitaria confundida con una estrella del porno en internet pasando por un looser cincuentón maltratador, una divorciada treintañera, el padre de una joven monologuista y un joven casero con tendencias psicóticas. A priori un plantel de personajes nada sugerente, más bien todo lo contrario, que a la postre sirve para confirmar el enorme talento de Adrian Tomine para diseccionar y trazar un perfecto fresco de la América suburbana.
A pesar de ser su trabajo más experimental “Killing and dying” posee esa extraña virtud común en toda su obra: la sensación de estar leyendo algo profundamente deprimente pero al mismo tiempo de una belleza y sutileza visual aplastante.