El problema (es un decir, que no es para tanto) de escribir sobre una obra ya consagrada pero hoy reeditada es, a veces, el peso. El que proyecta esa obra (¿qué decir de Mort Cinder que no se haya dicho?). Uno termina la lectura y siente que las palabras se le atragantan. ¿Podemos aportar algo de luz tras plumas tan significativas como, por seguir con el ejemplo entre paréntesis, Óscar Masotta? Pero es una falsa responsabilidad, ya que toda obra puede recibir el empuje de un nuevo estudio y la luz de una nueva mirada.  Para el caso de la humilde reseña crítica, además, siempre tenemos una vía cuando la suerte es que dicha obra deslumbra al crítico: dejarse llevar por las chispitas que tililan ante la mirada tras la lectura en caliente. Contagiar la excitación ante lo leído.

Los tres libros en los que Joann Sfar (1971, Niza, Francia ) y Christophe Blain (1970, Gennevilliers, Francia) narran las aventuras del perro filósofo de Heracles, el hijo de Zeus, quedan como genialidad inconclusa de dos de las más grandes bestias pardas del cómic galo de las últimas décadas. Entre 2001 y 2009 ambos vivían una cresta de popularidad como, quizá, capitanes de la renovación del cómic francés surgida en los años noventa. Aquello denominado nouvelle Bd y que tantas alegrías nos dio. Si alguien no sabe qué supone para el cómic dicha etiqueta, este Sócrates delicadamente editado por Fulgencio Pimentel es un perfecto manual al respecto. Cómics de ejecución vertiginosa y aspecto espontáneo (que realmente encierran un estudio enorme del ritmo, de la diagramación, del diálogo fluido, del empleo del color…); tono narrativo aligerado para narraciones con muchísima chicha que gustan de reinterpretar los géneros narrativos; desprecio por el esquema narrativo tradicional, sustituido por el método del torrente; voz autoral llevada a primerísimo plano. Y una sensación de goce, de dejarse llevar, un tono de humorada y falsedad, de representación y máscara para hablar, en el fondo, de grandes y graves verdades. Para el caso la filosofía (Sfar, no lo olvidemos, es licenciado en filosofía), el amor, el deseo, la venganza, la lealtad y unos cuantos “grandes temas” más en un relato de enorme dinamismo.

Los libros recopilados en este tomo presentan a un perro parlanchín y filósofo, Sócrates, que será testigo de las anti-hazañas de un Heracles bastante estulto, macarra y sexista dado a pensar poco y atizar mucho. Irá conociendo a otros caracteres. Ulises revela una liberación sexual más propia de la antigüedad circunmediterránea, desde luego, que de los encorsetados tiempos presentes. Polifemo es un personaje trágico y bufo a la vez que merecería un libro protagonista. Las mujeres son, todas, más sabias que los varones y casi siempre conscientes de su aciago destino y posición secundaria, en esta tierra de mitos, dioses, gigantes y héroes cipotudos. Y Sócrates es tan buen perro como filósofo. Y un cronista magnífico.
Hermano menor (por volumen de hojas editado, nada más) de El Gato del rabino que realiza Joann Sfar como autor completo (Sfar, por supuesto, es también un enorme dibujante), este cómic protagonizado por un cuadrúpedo racional se beneficia además de un Blain a los lápices que está siempre soberbio y en el segundo tomo en un particular estado de gracia. Lástima que las aventuras de este cánido no fuesen continuadas. Da para muchos ladridos, más que estos tres que, no obstante, merece la pena atesorar como joya del cómic contemporáneo