Nunca he sido un gran fan de Adrian Tomine. Para mí, sus historietas suelen pecar de demasiado literarias. Adolecen del mismo mal que esas películas demasiado teatrales cuyos diálogos acaban resultando algo maniqueos por pretender acercarse a un lenguaje que no es el suyo. De esa tensión formal, eso si, han nacido alguno de sus mayores hallazgos, como el uso casi carveriano de la elipsis, una de las marcas de estilo del norteamericano. Esa marca de estilo funciona con una exactitud aplastante en unas historietas cortas que, sin embargo, dejan algo frío al leerse seguidas en sus recopilaciones.

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“Scenes from an impending marriage” (escenas de un matrimonio inminente) viene a llenar uno de los grandes vacíos de la obra de Tomine: el humor. El libro nació como uno de esos regalos que se reparten a los asistentes de una boda. En el encontraremos pequeñas anécdotas autobiográficas sobre los preparativos de su boda, desde las discusiones para fijar una lista de invitados hasta la elección de un dj. Las historietas siguen siendo un prodigio de la exactitud. Sus marcas de estilo se mantienen intactas: los silencios, esos finales que nunca dejan del todo cerrada la historia. Usadas en clave de comedia, el resultado es sorprendentemente fresco y lleno de vida.
Sin embargo lo mejor del libro no está en esas historietas, sino en los chistes de una sola viñeta. Es en estas páginas donde Tomine se nos descubre como un maestro del humor gráfico. El dibujo es algo más caricaturesco y las lineas de texto tienen una capacidad de síntesis que recuerda al mismísimo Charles Schulz: un dibujo y una sola línea repetida en varias páginas le bastan para crear alguna de las mejores páginas del libro y varias de las mejores tiras cómicas “adultas” que servidor haya leído en tiempo.