“La vida nos reduce a la brutalidad. Es jodido. La vida es brutal y te jode.”, Angela, Saint Cole


Hoy en día muchos no aspiramos ya a una vida mejor que la de nuestros padres, sino que, como apunta la filósofa Marina Garcés en Nueva Ilustración radical (Anagrama, 2017), “hemos aceptado, como un dogma, la irreversibilidad de la catástrofe”, sabedores de que cualquier movimiento de cambio desembocará en nuevas relaciones de poder y, por ello, vivimos en una época “de la condición póstuma” donde “sobrevivimos, unos contra otros, en un tiempo que sólo resta”.




En esta disyuntiva se mueve Joe, el protagonista de este relato circular de humor negro, negrísimo, titulado Saint Cole. Ficción generacional que ha elegido La Cúpula para el debut de Noah Van Sciver en nuestro país.
Joe es un currante que se acerca a la treintena y se mata a trabajar de camarero en una pizzería para sacar adelante a su familia. Sin embargo, para sobrellevar la condición de paria que le ha reservado la vida, también le da a la botella cosa mala. La aparición de su suegra, Angela, con quien no mantiene una buena relación y el flirteo con una compañera de trabajo adolescente serán la espoleta de una serie de desdichas y desastres que harán tambalear el frágil equilibrio que le mantiene a flote se vaya por el desagüe. 

Cuatro días malos en la vida del protagonista son los que necesita Van Sciver para cartografiar el destino de toda una generación sometida al chantaje de la crisis especulativa


Cuatro días malos en la vida del protagonista son los que necesita Van Sciver para cartografiar el destino de toda una generación sometida al chantaje de la crisis especulativa y al fin de la ilusión de prosperidad material. El andamiaje de la historia está muy bien medido y cualquier detalle, por superfluo que parezca -desde la lluvia omnipresente a las florituras y sombreados marca de la casa-, tiene un fin en la historia. Al buen trabajo de guión hay que sumar la genial caracterización de los personajes, que se adaptan perfectamente al trazo torcido del dibujante. Tanto las posturas corporales de Joe, que denotan derrota y soberbia, como las agrias muecas de su suegra, que le dan aspecto de depravada, o los ojos saltones del hermano mayor de la camarera, que lo convierten en un violento psicótico, potencian el mensaje de decadencia y delirio apocalíptico que recorre toda la historia.
 

Este alucinado viaje al corazón del hundimiento de la civilización occidental es tan terrorífico que el autor vio necesario un deus ex machina para rescatar a Joe de semejante descenso a los infiernos. Lo soberbio es que, a pesar de dar la impresión de estar cogido por los pelos, el lector descubrirá en su momento que tiene todo el sentido como remate.   
El autor destapa, mediante otro personaje secundario, el significado del título del libro, ese Saint Cole, cuya sonoridad en inglés se asemeja a “sinkhole” (socavón), que es lo que trata de decirle el amigo del vecino a Joe.

En la carrera artística de Noah Van Sciver se encadenan sin descanso proyectos de distinta naturaleza. Por un lado, forja un corpus de relatos cortos que publica en su revista Blammo y en antologías varias y, al mismo tiempo, va dibujando, de manera incansable, novelas gráficas de todo tipo y condición.



Este Saint Cole es la respuesta a The Hypo, su primera novela gráfica, un relato de época protagonizado por un joven Abraham Lincoln, obra de tal calado que le absorbió completamente. En Saint Cole, el dibujante usa sus miedos para construir un relato de realismo sucio ambientado en un entorno urbano, en el que la tarea de documentalista deja paso a la creatividad narrativa. La continuidad entre una obra y la siguiente la marca el estilo de dibujo de Van Sciver y el humor con el que se emplea, pero también una constante que mantiene historieta tras historieta: esa predilección por el perdedor, el miserable, el que se relaciona en su día a día con el fracaso. En este punto, el estadounidense coincide con Marina Garcés en que “los márgenes no son los residuos”, sino aquello que simplemente queda lejos del foco de visibilidad y que es importante “para empezar realmente a pensar y ver las cosas de otra manera”.

“Nos dicen que si miramos hacia adelante solo veremos catástrofe, pero no nos hemos de creer esta condena, no nos podemos resignar. Hemos de buscar respuestas, ser críticos, pero no desde la épica del explorador solitario, sino desde la confianza hacia el otro”, aseguraba hace unos días la filósofa en una charla en la librería La Carbonera de Barcelona. Esa confianza aflora en alguna de las últimas obras de Van Sciver, aún inéditas en nuestro país.
Puede que también la encontremos en este viaje por el sumidero, porque este derrumbe vital es importante para empezar a construir una nueva Ilustración radical.