Mucho ha llovido desde que Pep Brocal (Terrassa, 1967) publicara sus primeros trabajos en las revistas Comix Internacional, Zona 84 o Cairo, con guiones propios, de Óscar Aibar y de Manel Fontdevila. Cuando desaparecieron las revistas, recopiló sus historietas firmadas a medias con Fontdevila en Zona 84 en el álbum ¡Hola, terrícola! (Camaleón Ediciones, 1994). Con Fontdevila, Marcel Piqué y Padu (The Cráneo Troupe) se enfrascaron en la edición de la revista Mr. Brain (Camaleón Ediciones, 1993-1997), en la que reivindicaban a titanes como Harvey Kurtzman, Jack Cole o Ever Meulen y publicaban planchas de buenos colegas -Max, Gallardo, Miguel Ángel Martín, etc-.
Alterna de manera habitual las series infantiles -anda ahora mismo puliendo el tercer volumen de su Lily Megamosca (Mamut Cómics)- con las colaboraciones varias en Ruta 66, El Manglar, NSLM y suplementos de diarios varios, los talleres de impresión con su pareja, Blanca Hernández, y la ilustración literaria. El jueves llega a las librerías su último cómic, de título extremadamente sugerente, Inframundo (Astiberri), después de que Cosmonauta (Astiberri, 2017) fuera elegido mejor cómic nacional 2017 por los colaboradores de esta web.
Sin más dilación, Pep Brocal al habla.
¿Cuál es el último cómic que has leído?
Vidas paralelas, de Olivier Schrauwen.
¿Qué autor/a de cómic no tiene el reconocimiento que se merece?
Supongo que todos nosotros podemos tener ese sentimiento. Y casi siempre será con razón.
¿Con qué cómic reconocido unánimemente eres incapaz de conectar?
Esto me pasa con mayor frecuencia de la que me gustaría. El último ejemplo, el multipremiado libro de Emil Ferris. Reconozco que tiene buenas ideas, pero en su conjunto me cae de las manos. Aunque ya ves, a ella le da igual lo que yo diga o deje de decir.

Plancha de Pot-Shot Pete de Harvey Kurtzman coloreada por Marie Severin.

Tienes la posibilidad de enviarte un cómic, el que sea, a ti misma cuando tenías 14 años. ¿Cuál es ese cómic?
Si tuviera esa posibilidad me enviaría una caja llena, con un buen camuflaje ya que mi padre no apreciaba demasiado las viñetas. Maus, Persépolis, La ciudad de cristal…, además de cosas de Kurtzman, Clowes, Blutch, Sfar, Kaltenborn, Nicolas Mahler, Jason, Max, Tom Gauld, etc. Y arriba del todo pondría uno que intuyo que me sería muy útil a esa edad, Epiléptico, de David B.
¿Qué cambiarías de la industria del cómic en nuestro país?
Lo que cambiaría supongo que va más allá de la industria, si es que esta existe. El cómic en nuestro país sigue siendo muy minoritario. Pero creo que uno de los problemas básicos con los que lidia el medio del cómic le corresponden a nuestra sociedad, que en su mayoría no está preparada para ver, reconocer y disfrutar del cómic como una experiencia adulta porque no lo ve suficientemente digno de ser tomado en consideración. Y ya se sabe que no hay más ciego que el que no quiere ver.
¿Cuál ha sido el momento en el que has estado más cerca de dejar la historieta?
Cada vez que hago un proyecto. Pero, como en el caso del boxeo o el toreo, el medio te va a permitir volver al ring porque hay que estar lo bastante zumbado.
¿Cuál ha sido el mejor consejo que te han dado sobre esto de hacer tebeos?
Un consejo prestado de Murakami… “Ya que no puedes contentar a todo el mundo, conténtate a ti mismo.” O algo parecido.
¿Cuál ha sido la peor decisión que has tomado en tu carrera?
Alguien podría decirme no haber sabido hacerme un lobby, no prodigarme demasiado en las relaciones sociales, no estar nada activo en la red, léase twitter, facebook, instagram, etc. Puede ser. Intento hacer lo que de verdad quiero hacer, que ya me cuesta horrores entenderlo.
¿Qué opina tu familia de tu trabajo?
Mi mujer se emborracha cada vez que acabo un cómic.
El reyecito visto por Pep Brocal.

Tienes la posibilidad de revivir un personaje extinto de tu tradición historietística. ¿Cuál sería?
The Little King, de Otto Soglow.