Cuando miro y leo tus trabajos, suelo pensar que están muy cerca de la perfección artística, algo que me parece complicado de expresar en palabras.  En otras ocasiones, me da la impresión de que tu excelente arte visual dificulta un poco que nos identifiquemos con los personajes. ¿Dónde crees tú que está la perfección y en qué medida es algo a lo que quieres llegar?

Bien, ahora mismo busco la mayor claridad visual posible con lo que los argumentos (que también son claros) sean tan fáciles de seguir como yo pueda conseguir. Esa perspectiva es simplemente una elección artística; otro dibujante podría elegir que sus sentimientos influyeran en las imágenes a la hora de dibujarlas (por ejemplo dotando al dibujo de un tono más expresivo).
Hasta el momento yo he elegido reflejar mi propia experiencia perceptiva en la que veo las cosas de una forma relativamente clara y afilada, y solo cuando las impresiones se convierten en recuerdos se convierten en algo confuso, emocionalmente vacilante y engañoso. Llegué a este camino de trabajo hace muchos años, cuando todavía dibujaba en tinta y pensaba, lo cual supone una razón para ser expresionista, que los cómics eran esencialmente algo que leer, no que mirar, y leer requería una claridad para que el lector se sintiese totalmente absorbido. En otras palabras, no estoy seguro de si las novelas de Hemingway serían más emocionalmente expresivas si se hubieran impreso directamente en su formato manuscrito, con todas sus correcciones y anotaciones intactas.

Este libro, casualmente, emplea esta forma de pensar en su estructura: cómo presentamos las ideas, sin experimentar, controlar o finalmente arruinar nuestras propias percepciones y experiencias. Intenta pisar la línea entre los terrenos inevitablemente humanos de ver y pensar y, al mismo tiempo, es algo así como una pretenciosa, al tiempo que seria, salida graciosa.



No hace demasiado entrevisté a Dash Shaw y le pregunté si los autores tenían la costumbre de utilizar a sus personajes como forma encubierta de transmitir sus problemas, dudas o sentimientos interiores. Su respuesta fue que, en su caso,
tenían muy poco que ver con su personalidad. No sé si eso ocurre contigo, pero me da la impresión de que alguna relación debe haber ya que hay algunos temas que suelen repetirse en tus cómics. Un ejemplo serían los conflictos entre padres e hijos que encontramos en “Jimmy Corrigan”, en las historias de Big Tex o en parte de “Rusty Brown”.

Cada autor es distinto y su acercamiento a la ficción también será diferente. Francamente, creo que es un juego perdido intentar generalizar sobre la relación existente entre la biografía y la literatura. Es posible asumir que los artistas más jóvenes, por una inmadurez que se les presupone, tienden a escribir sobre sus recuerdos antes de tomar el control y atreverse a crear un mundo totalmente imaginado, aunque Dash Shaw es un poco más joven que yo y ese no es un caso. (Casualmente, admiro mucho su trabajo y lo encuentro muy inspirador). En mi caso, no es así. En este libro en concreto me preocupé deliberadamente por recopilar historias sobre gente que vive relativamente sola, con vidas frustrantes y expectativas truncadas, que suponen uno de los temas principales de este trabajo.

Algunos personajes de cómics son atractivos; los superhéroes suelen estar musculados; las novelas gráficas autobiográficas suelen estar protagonizadas por autoparodias de los propios autores; otros son totalmente irreales… Lo que siempre me ha gustado de tus protagonistas es que tienen una esencia muy real. No en el sentido figurativo, sino en que hay algo muy verdadero: algunos tienen barriga, otros son calvos, bajitos o feos. En tu caso nunca lo he interpretado como una broma, sino como una forma de aproximación a cómo son las personas de carne y hueso. ¿Es esa tu intención?

Sí, lo es. O por lo menos eso es lo que veo cuando miro un espejo. Como bien has subrayado con criterio, los cómics de superhéroes americanos son una amalgama estereotipada de mentiras anatómicas sobre el cuerpo humano y no tengo absolutamente ningún interés en tener nada que ver con un lenguaje visual falso.
Al mismo tiempo, intento dibujar las cosas tal y como las siento o como las recuerdo, no necesariamente como las veo o como me gustaría que fueran (lo cual, pensándolo bien, puede ser un acercamiento muy útil si se maneja de forma adecuada). Realmente, no veo una conexión entre el seudo-fílmico género de los cómics de superhéroes y el trabajo que mis contemporáneos y yo mismo hemos estado haciendo durante años. De hecho, cuando un dibujante de cómics habituado a trabajar con superhéroes intenta escribir sobre la vida real acaba siendo, por lo general, bastante embarazoso. ¿Qué otro tipo de acercamiento al dibujo puede empezar dibujando seres humanos sin ropa para después pintarlos en rojo, amarillo y azul? Es perfecto para chicos de doce años, pero no para adultos.

En tus cómics, la composición es prodigiosa, auténticas piruetas visuales. No importa lo complicada o sencilla que sea la página, la sensación que tengo es siempre que no buscas dirigir el ritmo de lectura de quien está leyendo, como si hacen otros dibujantes o los mangakas. De alguna forma, creo que, por alguna razón, el ritmo en tus historias es siempre constante (y algo calmado). Parece que tu intención sea que los lectores se sumerjan durante un buen rato en cada una de las páginas.

En realidad, me aterra precisamente que lo contrario sea cierto. Estoy intentando articular el ritmo y el flujo de vida con tanto cuidado y sutileza como me sea posible, lo cual viene muy relacionado con mi forma de entender el cómic. Veo una página como una especie de partitura de pianista que el lector debe seguir a la velocidad a la que se sienta más cómodo. Me horroriza pensar en alguien insistiendo en cada aspecto de lo que hago. Hace años, pensaba que existía una especie de “música” silenciosa en los cómics (algo mucho más fácil de subrayar en los trabajos sin palabras) y he estado intentando encontrarla y amplificarla desde entonces. Desde que surge el “sentimiento” narrativo, no hay otro aspecto más importante en los cómics que el ritmo a la hora de conseguir que algo parezca real; incluso el lector más despreocupado puede decir cuando algo parece una mentira o nace de unas fuentes falsas, como en una película descafeinada de Hollywood o un show televisivo.

Por otro lado, no estoy intentando impresionar a nadie con piruetas o con complejidad simplemente por hacerlo. Lo único que intento es reflejar la forma en la que la mente –o mejor dicho debería decir ‘mi mente’- conecta y guarda las experiencias.

Cada uno de tus trabajos es una aventura muy compleja en si misma. Además de las historias encontramos recortables, parodias de anuncios, largos textos irónicos… Y todos esos distintos elementos tienen importancia en el resultado global. ¿Eres consciente de cómo surgió la necesidad de añadir todo eso a tu arte?

No quiero insultar al lector presentando un libro que no sienta o que no refleje aspectos de la vida tal y como los he experimentado, que sea una farsa. Me gusta imaginar que cada lector o lectora sienta que su dinero no ha sido malgastado. Habitualmente, las historias de mis cómics suelen interpretarse como irónicas cuando realmente solo lo son las historietas que aparecen aparte o ciertos párrafos intencionadamente satíricos en que he conducido una historia en concreto; eso suponía simplemente un torpe intento cuando era más joven de mostrar todas las caras de mi vida. Pese a ello, este libro lleva esta intención hasta el punto más extremo al que podía llegar. Afortunadamente, no volverá a hacer nada parecido nunca más.


Joan Luna -de la revista Mondo Sonoro y colaborador habitual de 13 millones de naves- entrevistó recientemente a Chris Ware con motivo de la publicación en castellano de Cátalogo de Novedades Acme (Mondadori). Parte de esa entrevista aparecerá en el próximo número de Mondo Sonoro (el del mes de julio); por suerte en 13 millones de naves te podemos ofrecer íntegramente el cuestionario al que sometió a uno de los autores mas importantes de la escena norteamericana.