La vida en un barrio de la periferia no es nada fácil y menos si eres un niño. Puede que no llegues a percibirlo, porque estás en una edad en la que todo es susceptible de convertirse en un juego, pero la vida aquí es durilla. Díselo al yonki que ha aparecido tirado en la fábrica abandonada con una aguja pinchada en el brazo o a tu madre que intenta subiros sola a ti y a tus hermanos con un sueldo de mierda. Díselo a las familias que viven con vistas al descampado que tienes que cruzar con la mirada en el suelo y paso ligero para que no te peguen el palo y te quiten los cuatro duros que llevas encima. Y si encima un día te abres la cabeza contra el pico de una mesa y los únicos que pueden ayudarte son tus vecinos jevis fumetas, pues ya me dirás.
Al menos alguien dejara constancia de todo en un tebeo bien molón. Un tebeo que se llamara Carne de cañón, porque eso es lo que eres cuando vives en un barrio como este y estás a merced de matones con bigotillo prepúber, padres irresponsables y curas con las manos largas.
Este, jeringuilla arriba, jeringuilla abajo, es el mundo en el que se desarrolla el primer cómic largo de Aroha Travé (Terrassa, 1985) tras su ya prometedor paso por la desaparecida revista Voltio. Y es que la mejor manera de hacerse una idea de lo que nos encontraremos en el tebeo es describiendo el marco en el que se desarrollan sus historias: un barrio muy real, del los de tendederos llenos, chándales con tacones y flequillos teñidos de rubio.
La autora nos lleva de la mano por este entorno depauperado para conocer al Kilian, la Yanira, el Jose y el resto de personajes que pululan por sus vidas, a través de cuatro capítulos que describen un día a día loquísimo que va desde visitas lisérgicas al hospital hasta historias de monaguillos fantasma o venganzas conyugales más o menos bien llevadas.
A nivel visual nos abre las puertas del barrio con un estilo de dibujo detallado y minucioso, heredero de la tradición más clásica del cómix underground, con personajes caracterizados hasta el más mínimo detalle y calles con todos sus elementos, no falta ni la más ínfima colilla. Revisitar y perderse por sus viñetas (dos por página, inalterables a lo largo de toda la obra) es un auténtico placer.
A nivel narrativo Travé ha conseguido dar en el clavo, encontrando un vocabulario, unos nombres y unas expresiones que dan a los personajes una personalidad muy real. La caracterización de los personajes es extraordinaria, cada personaje habla con una voz propia que le define al instante.
Tal vez una de las mayores virtudes de Carne de Cañón sea dibujar, a todos los niveles, una realidad sucia e imperfecta y dotarla de vida y personalidad propias. Las distintas historias que suceden a lo largo del pequeño tomo editado por La Cúpula son muy divertidas, tienen muy buen ritmo y se leen en un suspiro, pero es en las caracterizaciones de los personajes y los espacios en los que se desarrolla la acción donde se descubre ese “algo” especial que todo cómic debería buscar: la creación de un mundo que somos capaces de creernos, por muy locas que sean las premisas que plantea.
Carne de Cañón nos cuenta a lo largo de sus más de 200 páginas una realidad cruda y gris desde la perspectiva de los niños protagonistas. El contraste entre el mundo que les rodea y el punto de vista cafre y desenfadado de los tres hermanos le da a la obra un espíritu muy especial. Temas tan duros como la drogadicción, la pederastia o el acoso en el entorno escolar son tratados en las páginas del cómic desde el prisma de quien todavía está descifrando la realidad que habita. Un punto de vista naïf y divertido que contrasta con la dureza del entorno. Un cóctel de ternura y suciedad que la autora maneja a las mil maravillas.

Una de las mayores virtudes es su capacidad para dibujar una realidad sucia e imperfecta y dotarla de vida y personalidad propia

La revista Voltio – encomiable la labor de coordinación que llevaron a cabo, Ana Oncina y Alex Giménez-, dejó algunos nombres de autores y autoras que había que seguir muy de cerca. Este Carne de Cañón confirma las sospechas de que Aroha Travé es una autora con mucho por ofrecer. Con este tebeo demuestra que puede cargar a sus espaldas con una obra larga, creando un mundo creíble, unos personajes entrañables y unas historias con gancho. Todo envuelto en un despliegue gráfico y narrativo muy personal y con un potencial enorme para seguir ofreciendo grandes historias en el futuro.
Edita La Cúpula con su habitual buen hacer y un precio ajustadísimo en un pequeño tomo que guarda en su interior muchas horas de relecturas.