Es verdad que las listas son una mala costumbre, más aún cuando apuntan tan alto como esta, en la que intentamos resumir una década en tan sólo 13 títulos.

En el esfuerzo de destacar solo 13 cómics se nos han quedado en el tintero títulos indispensables; desde la gigantesca serie de Sfar ‘El gato del Rabino’ pasando por el imprescindible ‘Maldiciones’ de Kevin Huizenga, el descarnado trabajo de uno de los autores mas destacados de esta década: el italiano Gipi, el impresionante testimonio recogido en la serie ‘El Fotógrafo’ de Guibert y Lefévre, el resurgir del genio de Jaime Hernández en ‘La educación de Hopey Glass’, las delirantes historias de Yuichi Yokoyama, ‘Gus’ la portentosa serie de vaqueros de Blain, o la edición en un solo volúmen de ‘La ascensión del gran mal’ bajo el título de ‘Epiléptico’…es lo malo de hacer listas cortas.

En este ejercicio de contención hemos intentado crear una selección de los títulos que a nuestro juicio más y mejor resumen lo que ha significado esta década para el cómic, algunos de los autores citados en la lista (como Daniel Clowes, Ware, Charles Burns, o Trondheim) propinaron ya en los 90 una importantísima sacudida al mundillo, pero ha sido en estos últimos 10 años donde han consolidado su genio y figura mediante la creación de obras claves y cumbres para el noveno arte. Mención a parte merece el caso de Robert Crumb quién directamente ha ascendido al olimpo después de su brillante adaptación del ‘Génesis’.

Hemos tratado de recapitular títulos cuya fecha de edición original se enmarcaba entre el 2000 y el 2009, dejando de lado aquellos cómics que si bien se publicaron en nuestro país en esta década se habían ya publicado originalmente con bastante anterioridad.
Eliminamos así también todas antologías que se han publicado en este período porque consideramos que merecerían una lista aparte, quedándose así fuera recopilaciones como la de ‘Peanuts’, ‘Krazy Kat’, ‘Popeye’, ‘Dick Tracy’ y un largo y suculento etcétera.

Dicho todo esto ahí va nuestra lista:
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1. “Jimmy Corrigan, el chico más listo del mundo”
Chris Ware (Planeta de Agostini, 2004)
Todavía hoy, después de haber leído decenas de libros influenciados por sus tebeos (incluso películas), enfrentarse a la obra de Chris Ware es una experiencia apabullante e inacabable. Su obra está llena de referencias a los clásicos del tebeo, a la pulcrísima imaginación a la hora de planificar cada página de Winsor McCay, a libre albedrío de sus ideas para dar una vuelta de tuerca a lo mismo de Herriman, al tierno desamparo de los personajes de Raymond Briggs… fuentes que el usa para construir un lenguaje único, renovador y a veces laberíntico, pero sobre todo nuevo. “Jimmy Corrigan, el chico más listo del mundo” recopilaba las historietas sobre el personaje que fue publicando en su serie “ACME Novelty Library”, y su aparición ha sido un hito para la historieta contemporánea, una obra capaz de traspasar el mundo del tebeo como en su día hizo “Maus” de Art Spiegelman. El libro es un tratado sobre la soledad, el abandono, el aislamiento y la memoria, sobre la imaginación y la incapacidad para relacionarse con el mundo real y a la vez, una obra metaliteraria, compleja, exigente y hermosísima. Una obra que abre una puerta y empuja el medio hacia otra dimensión. Una Obra Maestra.

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2. “Agujero Negro’ ”
Charles Burns 
(La Cúpula, 2006)
Dice Charles Burns que uno de sus objetivos, como autor, es dibujar todos los rostros de América. Y no se refiere a una metáfora, su afirmación es literal. De entre los grandes fisionomistas gráficos que ha dado la patria americana en esta década, Burns es quién ha atesorado un catálogo más poderoso de rostros y expresiones. Tanto es así que se hace dificil un viaje en autobús o en metro sin pensar que Burns podría hacer un maravilloso fresco de ese instante.Agujero Negro es su obra más espectacular aquí se dan la mano de forma sublime sus dotes gráficas, su absoluta maestría del blanco y negro y su genio como guionista. Pertubadora y a su vez de imprescindible lectura.

 
 
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3. “Génesis ”
Robert Crumb 
(La Cúpula, 2009)
Después de 5 años de trabajo Robert Crumb entregó justo antes de que terminara esta década una auténtica obra maestra del género.Obsesionado por eludir cualquier juicio de valor, Crumb se ciñe (al pie de la letra) al texto más antiguo de todos los textos y adapta (eso si a su particular universo de mujeres execesivas y jamoneras) de forma magistral la obra que está en la base de la educación judeo-cristiana, y que en el fondo es la base de la cultura occidental.Si ‘Maus’ de Art Spielgeman es la piedra de toque del cómic contemporáneo, ‘Génesis’ de Crumb le va muy a la zaga en cuanto que es un trabajo de desproporcianada envergadura que a parte de corroborar el gigantesco genio de su autor y de directamente canonizarle tiene todos los números de convertirse en una obra referencial.
 
 
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4. “Eightball 23, the death ray ”
Daniel Clowes 
(Fantagraphics, 2004)
Daniel Clowes, junto a Peter Bagge, Chris Ware, Chester Brown o Seth, protagonizó una auténtica revolución en el mundo de la historieta que todavía hoy seguimos saboreando, porque aunque todos ellos dieron la campanada en los 90, es en esta década que se acaba cuando han publicado sus mejores obras. El último número de Eightball, la revista de Daniel Clowes, contenía su mejor obra hasta la fecha: “The Death Ray”. Siguiendo la forma y el tono que usó para “Ice Heaven”, Clowes narra aquí la historia de Andy, un adolescente que descubre sus superpoderes. Lejos de ser una pirueta metalingüística o una revisión irónica del concepto de superhéroe, “the death ray” es un compendio de todas las obsesiones de Clowes: la fidelidad amistosa, la vecindad, el descubrimiento de sentimientos supuestamente adultos y la perplejidad que provocan, la violencia, el sentirse ajeno a todo lo que te rodea…Inexplicablemente, el tebeo sigue inédito en nuestro país.

5.”Rubia de Verano ”
Adrian Tomine 
(La Cúpula, 2005)
Tomine es junto a Burns y Clowes quién cierra lo que sería la santa trinidad del rostro americano. Sus trabajos rozan el virtuosismo pero lejos de poner su dibujo pluscuamperfecto al servicio de un argumento endeble, sus narraciones podrían equiparse a un cruce entre las películas de Eric Rohmer y los cuentos de Raymond Carver.El mal rollo, la sensiblería y el hastío sobrevuelan el grueso de su producción y no creo que se exagere cuando se le señala como el autor que mejor ha sabido plasmar el desasosiego (de los jóvenes adultos sobretodo) de nuestros días. En ‘Rubia de Verano’ se recopilan las mejores historias cortas que Tomine fue publicando en su revista ‘Optic Nerve’. Podríamos citar aquí su otra recopilación ‘Sonánbulo’ o su trabajo más reciente ‘Shortcomings’ porque ambos son un auténtico prodigio. Nos quedamos con la recopilación que incluye la que es hasta hoy su historieta más redonda ‘Rubia de Verano’.

6. “Una vida errante ”
Yoshihiro Tatsumi
(Astiberri, 2009)
Distribuida en dos volúmenes (piensen que la obra suma casi novecientas páginas), “Una vida errante” es uno de esos trabajos que justifica una vida dedicada al mundo del manga. Yoshihiro Tatsumi ha sido a lo largo de las décadas reconocido como uno de los nombres fundamentales del gekiga, del manga adulto y protagonizado por personajes oscuros o atormentados por existencias tristes, adulterios, prostitución, etcétera. Ahora bien, el valor de “Una vida errante” reside en un aspecto bien distinto, en la sorprendente capacidad de este autor (aún en activo a sus setenta y cuatro años de edad) por reflejar de forma paralela su evolución como persona, como artista, el discurrir del mundo del manga, de su cultura y de la sociedad en la que ha vivido.

7. “Lapinot nº7, La vida tal como viene / El Acelerador atómico”
Lewis Trondheim 
(Planeta de Agostini, 2007)
Todos los Lewis Tronheim posibles viven en armonía en su serie Lapinot. Cada una de sus historias contenía lo mejor de su autor, desde las reflexiones filosóficas a los viajes en el tiempo, pasando por el chiste más punteagudo. Allí estaba el Trondheim autobiográfico, el Trondheim de género (“La Mazmora”), incluso el Trondheim más experimental. Como si guardase un poco de cada uno de los géneros recién exprimidos del resto de sus series para simplificarlo en uno sólo: las historias de Lapinot, un conejo antropomorfo y su grupo de amigos.“La vida tal como viene” es el canto de cisne de la serie, el último y más emocionante capítulo de Lapinot. Un final por todo lo alto en el que el francés juega con la suerte de cada uno de los personajes en una especie de bola de nieve que crece a un ritmo magistral hasta su fatal desenlace. Su dominio del tempo narrativo, la elección de cada frase y cada giro, la convierten en la obra más redonda de Trondheim. De lágrima.

8. “Torpe”-
Jeffrey Brown 
(La Cúpula, 2006)
En una de sus últimas obras, Jeffrey Brown explica cómo dibujó y finalmente publicó su primer libro, “Torpe”. Había empezado a dibujar algunas historietas autobiográficas en su cuaderno de dibujo y decidió seguir ese camino como proyecto final de su postgrado de bellas artes en Chicago. Dibujó un cuaderno entero directamente a tinta. La historia duraría tantas páginas como tuviera el cuaderno y, como la mayoría de historietas primigenias trataban sobre sus relaciones, explicaría sobre la marcha su relación con su novia Theresa. Con ese proyecto nació una de las carreras más brillantes del nuevo tebeo norteamericano, auténtico paradigma del tebeo indie: autobiográfico, inmediato, sin escatimar detalles embarazosos y sin ningún pudor a la hora de mostrarse a si mismo y a los que le rodean. Antes de el estaba John Porcelino con su ‘King Cat’, y antes Robert Crumb, Art Spiegelman… una tradición que Jeffrey Brown supo hacer suya hasta convertirla casi en un género nuevo. Pero no estaba sólo, claro: James Kochalka, Paul Hornschemeier, David Heatley, Liz Prince,… nueva sabia para explicar historias de siempre desde el presente.
9. “Crónicas Birmanas”
Guy Delisle 
(Astiberri, 2008)
En ‘Crónicas Birmanas’ Delisle, nos cuenta su periplo para comprar tinta en Rangún y, por el camino, nos ofrece una interesante panorámica de la coyuntura política y social del país. Esa capacidad para transmitir mediante el detalle la perspectiva del viajero sacudido por las diferencias han hecho de Delisle uno de los autores más peculiares del cómic actual. De hecho se puede afirmar sin miedo que que el quebequense ha establecido un género en si mismo con cada una de sus incursiones asiáticas y se ha erigido en el amo y señor del cómic de viajes; una suerte de Chatwin o de Kapuscinski del noveno arte, salvando las distancias y con un sentido del humor y una perspectiva de andar por casa absolutamente geniales.

10. “30 días de noche”
Steve Niles 
(Devir, 2003)
No soy un gran aficionado al cine más sangriento, pero debo decirles que mi forma de entender el género terrorífico en los últimos años no sería el mismo sin dos cómics fabulosos y que aportan aire fresco e ideas. Uno de ellos sería el vibrante y aún por concluir “Los muertos vivientes” de Robert Kirkman; el otro, “30 días de noche”, una particular historia sobre vampiros que, ansiosos de un festín en condiciones, elijen como centro de su banquete una población de Alaska en la que las condiciones metereológicas les obligan a pasarse esos treinta días sin luz del sol. A partir de este inquietante punto de partida, Ben Templesmith da cuerpo a unos personajes de trazos ariscos y al tiempo irónicos, sin alejarse nunca ni un milímetro de las intenciones que Steve Niles, el guionista, buscaba en una historia en la que las segundas lecturas, existan o no, ni siquiera resultan necesarias. Un disfrute.

11. “Ombligo Sin Fondo”
Dash Shaw 
(Apa apa, 2009)
No me malinterpreten si les digo que “Ombligo sin fondo” no es uno de mis cómics favoritos. Me explico. He disfrutado más, mucho más, con otras novelas gráficas publicadas a lo largo de estos últimos diez años, lo que ocurre es que la pirueta emocional de Dash Shaw merece todos los elogios y mucho respeto. Su forma de manejarse entre sentimientos ajenos (sí, Shaw insiste en que no hay nada de su propio carácter en ninguno de sus personajes) y hacerlos enfermizamente creíbles es abrumadora. En ocasiones requiere de palabras, en otras no; en algunos momentos provoca el enfrentamiento entre personajes, en otras es la soledad la que nos habla a viva voz. Lo dicho, respeto para Dash Shaw.

12. “Madre, vuelve a casa ”
Paul Hornschemeier 
(Astiberri, 2005)
Paul Hornschemeier es mucho mejor dibujante y sobre todo guionista de cómics de lo que solemos pensar. Muchos otros le eclipsan, pero cuando pone la carne en el asador los resultados son magníficos. “Madre, vuelve a casa” provoca el llanto, pero no una lágrima cómplice y circunstancial, sino un llanto mudo y desconsolado por la capacidad que tiene de hacernos partícipes de más que un sufrimiento de una decepción, una decepción frente a la vida que el protagonista deja atrás, a la vida que está viviendo junto un padre incapaz de darle apoyo y quizás decepción frente a algo que aún está por llegar. Y esa es la peor de las decepciones, la que corroe hasta las entrañas, la que desconcierta y la que convierte al ser humano en mucho menos de lo que podría llegar a ser.
13. “Teratoid Heights ”
Mat Brinkman 
(Highwater Books, 2003)
Es casi imposible calcular la influencia del colectivo formado alrededor de Forth Thunder en el tebeo underground de los últimos 15 años. Su legado está repartido en multitud de mini cómics fotocopiados, revistas impresas en papel de periódico, pósters, flyers,… si os habéis hecho con algún fanzine norteamericano durante la última década lo entenderéis perfectamente: monstruos extraños, dibujo sucio, viñetas que parecen uno de esos papeles alrededor del teléfono donde uno apunta cualquier cosa, hace dibujos o simplemente llena de nubes de tinta porque si. Todo eso es Fort Thunder, pero nada de eso lo es más que a simple vista. Habréis visto a los autores de estos tebeos en antologías como Kramers Ergot o Ganzfield. De todos ellos, Mat Brinkman representa su lado más visceral y puro. “Teratoid Heights” recopila algunos de sus mini-comics, pequeños tebeos autoeditados y distribuidos por el mismo que enseguida alcanzaron el estatus de culto. Allí encontrareis monstruos que deambulan por un espacio extraño, un mundo texturado y violento en el que igual se comen entre ellos (o a sí mismos), como se ayudan, se amontonan, se machacan, reproducen… Sus tebeos, a pesar de ser una enorme influencia para varias generaciones de autores, siguen siendo un secreto que difícilmente traspasará la frontera del underground. Lo cual es una lástima, porque cada una de las historietas que contiene este libro es una maravilla primitivista, delicada y retorcida. Un clasico oculto a la altura del mejor Gary Panter. Único.