Para bien o para mal a primera vista -y subrayo muy mucho lo de primera- el trabajo de Abirached recuerda al de Marjane Satrapi. Por fortuna y mediante los numerosos méritos que acredita en “El juego de las golondrinas” se trata de una falsa apariencia que reside fundamentalmente en algunos aspectos del tratamiento formal.
Al margen de comparaciones y reduccionismos facilones el tebeo que nos ocupa tiene muchas y muy notables virtudes. La más destacable es que su autora es capaz de realizar una acurada radiografía del Líbano de los años 80 mediante un hecho anecdótico:
Una noche de virulentos bombardeos en Beirut los padres de los dos hermanos protagonistas quedan aislados en casa de su abuela. Mientras aguardan la llegada se sus padres desfilarán una serie de vecinos acostumbrados a compartir los momentos más crudos de los combates en la entrada de casa de los Abirached que es algo así como el punto de reunión y además uno de los lugares más seguros del edificio. La espera, servirá para que vayamos conociendo los orígenes y vicisitudes de cada uno de estos vecinos; un acertadísimo modo de acercarnos a la realidad social libanesa inmersa en la dilatada guerra civil que asoló al país.
La historia se bifurca constantemente para contarnos otras historias -las de sus diferentes protagonistas- sin perder un ápice de la tensión que predomina en la trama principal; ahí radica otro de los puntos fuertes de la narración de Zeina Abirached que demuestra saber mantener al lector enganchado y atento. Si bien en algunos momentos se excede con vicios y recursos que son más propios del lenguaje de la animación que no del tebeo; el uso de viñetas repetitivas para marcar algunos compases del ritmo es un tanto abusivo.
Dice Abirached que tomó prestado el título de su obra – originalmente “Mourir partir revenir c’est le jeu des hirondelles” (Morir, partir, volver es el juego de las golondrinas)- de un grafitti que leyó en las calles de Beirut; le pareció que era una manera muy gráfica de definir el sentimiento que predomina en los libaneses: un ir y venir sin cesar bajo la amenaza que supone convivir día a día con la muerte. Si bien, tomando como punto de partida una frase tan tremebunda, podría haber apostado por un relato de impacto y de fuertes dimensiones trágicas, la autora ha preferido -con gran acierto- utilizar el lenguaje rutinario de una escalera de vecinos para hacernos partícipes directos de la situación. Un excelente recurso que hemos visto funcionar a la perfección en otras disciplinas como por ejemplo en el cine -véase “Una Giornata Particolare” de Ettore Scola-.
“El juego de las golondrinas” certifica con creces que hay un tipo de cómic -cercano formalmente al cine neorealista italiano- que curiosamente proviene de países sujetos a fuertes depresiones político sociales y que se presenta como un poderoso vehículo narrativo para el testimonio de una cruda realidad.
Entrevista a Zeina Abirached para la Komikazen 2008 (en italiano)